LA FE NOS CAPACITA PARA HACER MILAGROS

Caleb exhortó al pueblo a no temer a un enemigo
 mucho más poderoso; lo hizo fiado en la promesa.

Primera parte

LA MISIÓN DEL GERASENO

 

INTRODUCCIÓN 
153 y la fuente medicinal

15

En el principio creó Dios el cielo y la tierra; y remató su faena haciendo al ser humano para regir y disfrutar de todo lo que había creado; pero nosotros, como hijos pródigos, echamos a perder el hermoso legado recibido.

Ahora bien, ¡Qué feliz culpa!, cantamos en la Noche Pascual, porque nuestra infame transgresión se saldó con un admirable intercambio:

Si con amor infinito nos creó Dios, no existen palabras para describir el misterio de la nueva y definitiva creación realizada por el sacrificio de Cristo.

La obra de la Redención es la obra perfecta. Habiendo temblado una vez los cimientos del orbe bajo el peso de las aguas por el pecado original, Dios prometió que eso ya no volvería a suceder; y sofocado el incendio de su ira con el Diluvio, hizo una alianza eterna con el hombre, prefigurada en el arco de colores que se ve en el firmamento cuando comparecen el majestuoso sol y el intempestivo aguacero.

 

Uno es la perfección: Dios. Su Hijo, Cristo, que vive entre nosotros con el corazón traspasado por amor, es también esa perfección, pero humana y divina al mismo tiempo. De su corazón brotan sangre y agua. La sangre de la nueva y definitiva alianza y el agua que limpia todos los pecados.

En esa fuente arcana del Corazón de Cristo se restañan todas las heridas, todas las divisiones. Se unen de nuevo los tejidos separados. Se pone fin al odio que divide y todo recobra la integridad perdida: ¡Ahora se estableció la SALUD…![1], es la obra cumbre de la Redención.

Ese corazón es el lugar donde la diversidad encuentra su sentido. Donde las diferencias no separan sino que enriquecen, donde quedan abolidas las viejas categorías humanas y está naciendo siempre un hombre nuevo…

Cinco son las llagas del crucificado, las cicatrices que nos han curado, los lugares que hacen de puertas a la

vida divina y nos devuelven la dignidad perdida y la plenitud para la que habíamos sido creados.

 

Cinco son también los panes que con Jesús se multiplican, cinco las vasijas que, de lunes a viernes, nos devuelven el agua de nuestros quehaceres cotidianos convertida en vino alegre y cinco los puntos que sugirieron a Leonardo da Vinci su canon de hombre perfecto, de belleza y salud.

En el Uno está la perfección y de su desbordamiento fuimos creados. Al pecar perdimos esa condición dichosa pero la recuperamos por el sacrificio eterno de Cristo. Él vive para siempre con cinco llagas abiertas y por ellas, por Él, regresamos otra vez nosotros a la vida bienaventurada. Eso es lo que quiere decir que los cinco panes, o las cinco vasijas, en Cristo, alimentan y alegran para toda la semana…

¿Qué significa recuperar la felicidad entrando por las cinco llagas gloriosas? Significa que recobramos la SALVD cuando aceptamos como Él sufrir por amor; de ahí que, mientras estamos aún en este mundo, compartir la vida divina, la de la Trinidad, conlleve cargar con la cruz de cada día. Esta es la peculiar paradoja del cristianismo:

Si tres son las cruces del Calvario, Tres son las personas divinas; si tres las negaciones de Pedro, tres las veces que Jesús le confirma en el Primado; si tres apóstoles le vieron con aspecto de Dios en el Tabor, esos mismos le verán después sudando sangre en Getsemaní; y en fin, si tres fueron las tentaciones del desierto, tres son las virtudes teologales.

 

De Dios venimos y a Dios vamos. El camino es la amistad con Jesús, que significa Salvador. Unidos a Él también en la cruz, nacemos a la vida nueva, ya aquí en la Tierra. Libertad sin límites y sufrir por amor son la cara y la cruz de la misma moneda.

Sin libertad no hay amor verdadero y sin sufrimiento, sólo cadenas.

 

GERASA 

La hora de Caleb

                                                           Un ejemplo a seguir

16

Cuando el Señor estaba a punto de entregarle al pueblo judío la tierra prometida, llegó Josué guiándolo por el desierto hasta cerca del sitio en cuestión y mandó a varios exploradores que consiguieran información de cómo eran aquel país y sus habitantes. De regreso, los enviados intentaban disuadir al pueblo de entrar en combate, exagerando la fuerza del enemigo, pero Caleb los exhortaba a tomar posesión de aquella tierra, poniendo toda su confianza en la promesa hecha por el que los había sacado de Egipto.

En nuestros días estamos también muy cerca de habitar un país próspero y pacífico pero lo que nos separa de ese sueño vuelve a parecernos un obstáculo insalvable, una empresa de titanes. Los más fuertes de los nuestros se echan atrás y cunde el desánimo.

Por eso hoy vuelve a ser tan necesario como entonces confiar en la promesa. Hoy vuelve a ser la hora de Caleb.

 



[1] Apoc 12,10

 

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